diciendo tu nombre,
que amanezco con lágrimas en los ojos
cada mañana.
Soy yo, adivinando entre tus palabras
alguna señal de partida hacia todas partes.
Soy yo que poco a poco
─y en silencio─
voy llenando mi corazón
con un poquito de ti
en cada tarde.
Ya estamos aquí.
¿Qué sigue?
No te sientas mal.
No eres tú, soy yo.