La poesía no debería ser de otro modo: leerse en el camino. Al trabajo, a la escuela, a ningún lado. No soy partidario de leerla en el coche. Ni siquiera soy partidario de los coches, pero cómodamente se puede leer en un vagón del metro o en el camión. Siempre he admirado a aquellos que inermes van leyendo pese a la gente. Aunque estén siendo aplastados por una marabunta de oficinistas malolientes, o aunque estén luchando contra la cinética tan estudiada del transporte público, van leyendo.
"Poemas para leer en el tranvía"
Yo una vez vi a un señor caminando por la calle con un libro de Keats frente a sus narices. Casi atropella a un Yorkshire Terrier, pero iba leyendo.
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