No me gusta decirte "te quiero". No porque sea mentira: es lo más cierto que conozco y que he conocido. Tampoco porque no quiera, pues me resulta tremendamente necesario decírtelo. El asunto es otro. Lo digo y me siento culpable; siento que juego sucio, que te hago trampa, que te tiendo un cebo para que me quieras, para que te sientas obligado a corresponder en algún recóndito lugar de tu ser mis sentimientos tras éstas breves palabras, y, con suerte, tras repetirlo mucho, tú mismo acabes por creerlo. No me gusta porque presiento que soy un inútil en ésto del amor, y solo de ése modo podrías saberlo, y el que lo sepas es una razón más para que aún no te hayas hartado de mi. Yo te quiero, pero al decírtelo siento que te privo de alguna agradable incertidumbre, y de tu legítimo derecho de odiarme y abandonarme. Luego siento vergüenza de mi mismo y de mis palabras y de las cosas que pienso. Me siento terriblemente autocondescendiente y pienso que tú podrías tener tus propias razones que yo jamás comprendería, o quizás ni siquiera necesites razones, no sé... Me siento terriblemente narcisista por pensar que lo que yo diga pueda interesarte en lo más mínimo, o cambie tan solo un poco lo que piensas. Ahora estoy aún más avergonzado: ¡Convertir mis sinceras divagaciones en literatura barata!
No hay comentarios:
Publicar un comentario