Los días son unos tontos juguetones, así como Dios. Viven en un caótico disfraz de ordenados y siempre periódicos. A veces llegan disfrazados de otros y confunden a todos: desaparecen bodas, te hacen llegar tarde a una cita inexistente o en su defecto tan real que es tangible, y tan tangible que espanta.
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