sábado, 19 de marzo de 2011

Apoteosis

Por un momento digamos
que lo inmemorial ha despertado.
Que los dioses de tu cuerpo
devuelven al mundo
el fuego perdido.

Digamos que he muerto
y en el río sagrado de tu boca
tranquila mi alma abreva.

Se me antoja que entonces
todos los días serán viernes santo
y cantaremos tu nombre,
y en tu nombre cantaremos
himnos y alabanzas.

Y entonces,
¡Qué lúcida clarividencia!
¡Qué languidez tan etérea!

La otredad divina
manará de tus ojos
y entonces encontraremos
                                        el paraíso perdido.

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