miércoles, 8 de julio de 2009

Consejos de mi abuelita

Abuelita. Así siempre la he llamado desde que tengo memoria y cuando no fue así (más bien cuando no lo escuchó así) acabo siendo un griterío del que no me gusta acordarme. Aquella fue la única ocasión en que mi abuelita me gritó: cuando la llamé abuela. Por lo demás siempre he encontrado en ella alegría y consejos.
Nunca me ha gustado pedirle nada por temor a parecer interesado, pero ella insiste en comprarmelo que necesite, lo que se me antoje o llevarme a donde sea menester. Muchas veces me ha hecho plantar los pies en la tierra. Hasta hace poco pasaba largas horas con ella, prefería estar con ella que con cualquier persona. Todo podía esperar por mi abuelita. Ningún favor era muy grande y cualquier ofensa era monumental. Después me olvidé un poco de ella. Más por circunstancias inevitables que por mi deseo. Ahora hemos retomado aquellas maravillosas pláticas sobre nada que resumen en su filosofía puramente mexicana toda la vida y el modo de vivirla.
Muchos de sus consejos y sentencias me han cautivado y marcado, pero ninguno como éste:
"Haz bien a quien puedas y no esperes nada a cambio"
Muchos libros de civismo han repetido ésta idea hasta el cansancio, por lo que nunca habia significado nada para mi; no hasta que provino de alguien real, de alguien que es capaz de vivir su vida bajo esa máxima tan beneficiosa para todos, de un ser humano.

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