miércoles, 26 de agosto de 2009

¿Sueño o no?

La gente caminaba ─gris─ a través de un manto de polvo rojo parecido a aquel que levantaban las carretas en los pequeños pueblos en tiempos de la revolución.

24576836457 ─número de identificación que le había sido asignado cuando salió de su incubadora─ se escondía con temor ─temía pues había descubierto lo que era temer y aquello no gustaba a Los Pensadores─ bajo la sombra amable de un edificio en ruinas.

Desde que se había dado cuenta de que podía pensar sus propias ideas 24576836457 no tenía más que problemas. Los Utopizadores lo perseguían día y noche y sólo encontraba paz en sus propios pensamientos.

Hacía muchos días que lo habían capturado, pero aún seguía maravillado con la idea de poder imaginar y albergar otro pensamiento en su mente que el de caminar y martillar ─para eso había sido educado─.

Insistía en creerse libre y seguir huyendo de un destino evitable, aunque en realidad llevaba varias horas muerto.

domingo, 16 de agosto de 2009

Revelaciones intantáneas

De cuando en cuando
algún antropólogo idiota
se da cuenta de la obscenidad
de una flor creciendo impúdica
entre el gris asfalto.
A veces se escapa la futilidad
del rock & roll
bailado como salsa
pero inevitablemente
siempre terminan por morir
como si también
fueran humanos.

Florecillas

Debo confesar que las brevedades
me asustan y las obviedades
me exitan.

Las conversaciones parietales
me han sido suficientes
como para destrozar
los barcos
y recordar
la salvia
y el té.

Cien mil evos blancos
ya no bastan
si quisiera hacer instantes
tus dedos sobre una cuerda
o tu voz en una tarde azul.

Manifiesto

Ya no puedo olvidar
ni recordar.

La noche me aplasta
con un dulce susurro.

Tu parodia inintencional
me intriga.

Sólo sé que sigo escribiendo.

Silogismos para un disoluto

Los espejos me sonríen,
aunque creo
que están muriendo
Martillos satánicos
─de tequila y tabaco─
me arrulan
hasta el despertar etéreo
de ser feliz.
Trenes lejanos
agonizan en la espera
de la brisa
y resumen sus deseos
en destellos
y ruidos como
de jueves
por la madrugada.
Parecen susurrar
las campanas
y de pronto
callan.

Hace mucho que tus días
suenan a mis noches:
malignas como mil flores
y rojas como cien orquídeas
marchitas...

Tus noches ahora
suenan a Verlaine
o a Rimbaud.
Cuando estás solo suenan
a mariposas amarillas
negras de pudredumbre.

Los acordes ya olvidados
de un cuarteto de cuerdas
de Beethoven
─que debió sonar en la radio
de algún anciano judío
mientras comía confites─
danzan tristes y con miedo
al olvido en tus pupilas.

Pretendes querer ser poeta
y ser alegre.
Los dos sabemos
que no hay forma de ver
nuestro mundo
─¿qué más
si eso quieres ver?─
sin sentir el hedor
de las calles pisoteadas
dentro de tu cabeza.

Dolorosamente

Cuánto has logrado:
que un vil poeta
quiera parecer
un loco

que crezca infame
la razón

y la trsteza
se desvanezca
hacia éste lado
del espejo.

Poco ha servido
tanta obsesión.

Sé que eso mismo
ibas a decir,
pero nadie
te quería escuchar
ni tú lo querías decir.

Bastaron solo unas gotas
para rememorar
esos tiempos inexistentes
e ignominiosos.

Sé que éstos versos
sangran;
tal vez demasiado,

pero lo único
que te puedo regalar
es sin duda ésta caja
repleta a ratos de oscuridad
y a ratos abarrotada
de fotones descarados
y sin duda ebrios
de felicidad
por ver tus tantas caras.

Invenciones veraniegas

La certa esta enterrada,
bajo polvos de olivo
bajo olvidos de pan,
bajo un miedo aún vivo.

El cielo se vuelve de azúcar y brea.
Los pájaros devoran
sus espinas
y destrozan
sus costillas.

La afronta sigue flotando
y las flores malignas
─aún sus sombras─
la espantan.

Tú existes

El estertor de tus palabras mudas
auyenta el sino vaticinado.

Tus sonrisas de pinta absurda
abastecen los refugios
de mis cermonias.

La calle Moneda
no es más triste
sin tus pasos.

Tú existes desde
las aves paradisiacas
y las mascotas libres;
desde tus ojos grises
y tu saco de tweed venusino.

Égloga einsteniana

En la escura región
cinética y leptónica
yace un haz pequeño
de existencia pura;
energía febril
que no se crea
ni se destruye,
solo fluye
desde lo inmemorial
a lo infinito
y constantemente
se transforma.

sábado, 8 de agosto de 2009

Nocturno

Cien mil ejércitos de mármol.
Cincuenta espadas de plata.
¡Cuánta atrocidad!
¡Cuánto encanto frommiano!
¡Cuánto polvo cruel la noche cruel levanta!

¡Caballos deformados a la vil doncella espantan!
¡Mil gritos endiosados a la realidad le cantan!

Cerebro obsesionado, cuya lagartija aparta.
Hastío renovado.
Madrugadas hartas.

Cruel realidad de un jueves lluvioso por la tarde en Coyoacán

Hoy hasta las
mariposas amarillas
parecen
haber leído a Rimbaud.