enjugando lágrimas imaginarias,
la espera, a las dos y media de la tarde;
qué lástima.
Tu risa,
tímida y silente;
esperando a ser encontrada.
Tu rostro,
que mientras caminamos,
se vuelve,
y me besas,
y reímos.
Cuánto extraño
tus susurros
junto a mi oído;
tus manos suaves
tomarme de la nuca
y acercarme a ti
para eternizarnos.
Qué suave tu andar
por esa calle.
Qué tibio tu pecho
durante aquel viaje.
Qué sordo el deseo
cuando caminábamos
y caminábamos
y caminábamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario