El joven dinosaurio
de salvaje apetito
vivió en un tiempo
en que era común
morir desangrado
por el piquete de un mosquito.
Ocasionalmente sucedían
extinciones masivas
a causa de erupciones volcánicas
y otros cataclismos.
Sus pezuñas de saurisquio
desagarraban fácilmente
la carne tierna
de otros dinosaurios,
sin la etiqueta prehistórica
que supone
el cretácico.
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