viernes, 4 de septiembre de 2009

Epílogo de una égloga urbana inconclusa

Qué cruel puede ser una sombra
en especial cuando es de uno mismo.
Él, que aborrecía las lejanías
huye al encuentro extraño del mañana.

¿Recuerdas cuando sobre el viento
nos mandábamos supiros
y en los torcidos troncos
guardábamos todos nuestros besos?

¿Recuerdas cuando acostados en el pasto
nos leíamos a Sabines
y a fuerza de desventuras
uníamos nuestros labios en consuelo?

¿Recuerdas cómo volaban mil grullas
de papel a nuestro alrededor
y suspiraban tristes
nuestros poemas de amor?

Creo que ellas ya presentían
que te marchabas,
que me marchitaba.

Recuerdo aquella tarta de frutas,
donde dijiste simultáneamente
un "lo siento"
y un "te quiero".

Recuerdo las aflicciones que
conpartíamos con el sofá,
y como se restregaba
en tu pierna
o en mi hombro.

Mis dedos aún palpitan
al ritmo de tu voz
y de tu música.

¡Olvidémos el pasado!

¡Aún podemos vivir
son las despedidas!







1 comentario:

Anónimo dijo...

Todos tus poemas son muy bonitos
me gustan mucho ya te lo habia dicho.
Todos me gustan pero sin duda este es mi favorito, esta genial.

ya.!! te deje un comentario para k luego no digas jajajajajaja
fue espontaneo.
cuidate tkm

-Luna