Aquí te traigo un pedazo de mi vida,
mi sonrisa carcomida,
mi cara destrozada;
mis sueños que han sido
aplastados
por el imperio de la razón;
mis manos sucias y ásperas;
mis ojos tristes que han sido
testigos de los inicios del mundo
y del fin de la vida;
mis esperanzas cansadas;
mis anhelos raídos
de tanto usarse;
mi corazón endurecido;
mis noches frías,
mi andar sin rumbo,
el hambre a secas,
el amor perdido.
Lo ineluctable de lo urbano, de lo cotidiano, de lo ordinario y de lo insignificante
martes, 29 de junio de 2010
lunes, 28 de junio de 2010
Elegía y lamento por un amor (¿perdido?)
1. Elegía
No hay razón en razonar
de cualquier amor,
cualquier razón;
eres tú, pues, la razón
de mi vivir, de mi existir.
Ahora puedo jactarme del usufructo de mis agonías;
el recuerdo de un viacrucis bien merecido
se agolpa en mi memoria mas o menos cada tercer día;
aquellos días en que mis esfuerzos
se velaban por las noches
a la luz de un beso inalcanzable;
de un instante acompañado de su voz.
Aquellas ansias, aquel infame deseo de no estar solo;
la imperiosa necesidad de un abrazo
y el incesante anhelo de un presente.
2. Lamento kitsch
¿Qué resurrección espera a éste amor muerto?
¿Hasta dónde llegarán los pasos infernales
de ésta extraña simpatía?
¿Qué impertérrito dilema planteará
tu compañía?
¿Quiénes serán los mártires de ésta ocasión?
¿Qué engaño tan pluscuamperfecto
han de protagonizar mis palabras más esdrújulas?
¿En dónde se encontraran de nuestras almas
las grises lúnulas?
sábado, 26 de junio de 2010
Aún se oyen a lo lejos las voces de unos días pasados perdidos y apagados por las consultas psicológicas y el mar oscuro del olvido, por lo nuevo y lo desconocido hasta ahora como si fuese la Europa descubriendo América, por todo y el todo, que el mundo es diferente cada día. Sin embargo se oyen aún, como digo a lo lejos, rumores oscuros como un tunel. Se sienten los sonidos de un Zanella al teléfono, de un Diego en las gradas, de un Maurcio en una banca. Se escucha el cálido sabor de las tardes con mis abuelos, y el sencillo ardor de aquel lugar italiano en mi cama. Todavía diviso en mi memoria, a punto de extinguirse, el complejo laberinto de las luchas con mis monstruos que ahora son en realidad parte sencilla de mi vida. Siento ya petrificadas las memorias de mis compañeros de secundaria, y de mis platónicos instantes. ¿Aún queda Rimbaud en la sangre intoxicada, ya por seratrin, ya por cocaína?¿Queda todavía ese joven emocionado por la vida tan compleja? ¿El necio e inseguro descubridor de una monótona vida? Sé que no. Profunda ansiedad me aqueja por el rápido cambio en toda mi vida. Sin saber qué más realizar sigo los esteriotipos de las personas en mi situación. Todo empieza extraño y nadie lo entiende bien. Estando una plena tarde de sábado en mi cama sugirió mi madre me bañara. En el transcurso del baño sucedió la sorpresa...¿Quién es Mauricio? Supe al instante que había leído mis mensajes. La larga agonía se prolongaría por mucho tiempo. Mi madre decepcionada lloraba cada instante como si fuese mi culpa. La escuela, que yo sabía en cierto momento habría de extinguirse, se extinguió antes de lo previsto sin yo poder hacer nada. Mi familia no se atrevió a dirigirme a bien la palabra. Nadie me comprendió. ¿Dónde estabas Mauricio cuando perdí el afán por el cada día?¿Cuando igual me dió despertar que estar dormido?¿Te encontrabas cuado una tarde ya no regresé a la banca?¿Cuando un día Andrea te dio las negras nuevas y la escuela hizo luto por mi ausencia? Sé que sí, que lloraste más por mi y que contaste los días...¿Qué es esto? te pregunté el día de mi regresó cuando Andrea lloró de alegría...Son 59 estrellas, una por cada día que no te vi...Poco después te corte, lo siento pero la falta de ti me hizo olvidarte, ya no sabías como cuando el deseo firme de tu persona me hacía cada día despertar para verte. No debí cortarte, pero a pesar de todo me sigue tu fantasma cada vez que me siento solo.
Infancia
Hoy me atacó el embate incontrolable, inefable, inexorable del sentimentalismo. También lagrimas varias, por supuesto. Descubrí una pequeña caja debajo de mi cama; no había visto la luz del día en no pocos años. Ahí tenía, escondidos, los más preciados tesoros de mi infancia; ahora olvidados con la conciencia.
Un ala de mariposa, un carrete de hilo rojo, tres plumas de paloma, una flor seca, un cerillo bicéfalo, una ramita de fresno, una moneda brillante, un pedazo de papel, unos cuantos guijarros grises, una cáscara de nuez, el envoltorio de celofán verde de un dulce de hierbabuena y un poco de polvo de 1998.
domingo, 20 de junio de 2010
sábado, 19 de junio de 2010
La plaza
El viento de pronto escapó de entre nuestros cuerpos abrazados. El sol iluminó dulcemente tu rostro y las hojas caían con ceremonia hasta el piso de piedra. Mi mano se acercó temblorosa a tu rostro y acaricié tu barbilla justo debajo de tus labios. Te di un beso en la mejilla izquierda y me sonreíste. Dijiste tímidamente ─Gracias─.
El portón de la iglesia se veía al fondo. Podía verse el abandono de las almas en estos días de ignorancia, indiferencia y tristeza. La gente caminaba, pero sólo éramos nosotros.
Un extraño olor como de aforismos circundaba el aire en derredor. Dictamos las sentencias del amor en un beso, dijimos todas las palabras por decir con un te amo; te di todas mis caricias con un solo roce a tu mano.
Llegó la despedida, y no pude evitar voltear para confirmar que en realidad estabas ahí.
Ahí estabas. No había sido un sueño.
Sábado por la tarde
Llovía y las luces artificiales de los coches dejaban ver tu rostro mojado entre el bullicio de la noche. Y cruzábamos miradas furtivas, leves sonrisas como un beso, como un te amo; como tomarnos de la mano.
lunes, 14 de junio de 2010
¿Hasta cuándo?
Esa era la pregunta. Sabía siempre lo que pasaría. De pronto me veía una vez más con nada más que mis lágrimas entre las manos. Esperar; eso quedaba. Esperar.
Siempre dije: seré feliz; y lo intentaba. Dejé a un lado el orgullo, la dignidad y me entregué por completo al destino, al azar completo que ofrece la ignorancia propia y la demónica sapiencia ajena. Poco a poco me convertí. Odié todo, a todos; por el simple hecho de ser todo como era. Sabía siempre lo que pasaría.
Ahora todo es distinto.
¿No mejor acaso que estar enfermo de odio y rencor, el estar enfermo de amor?
Siempre dije: seré feliz; y lo intentaba. Dejé a un lado el orgullo, la dignidad y me entregué por completo al destino, al azar completo que ofrece la ignorancia propia y la demónica sapiencia ajena. Poco a poco me convertí. Odié todo, a todos; por el simple hecho de ser todo como era. Sabía siempre lo que pasaría.
Ahora todo es distinto.
¿No mejor acaso que estar enfermo de odio y rencor, el estar enfermo de amor?
viernes, 11 de junio de 2010
No puedes verme;
no puedes imaginarme aquí,
sentado con la Luna
junto a la ventana.
Viendo mis pies descalzos
y persiguiendo tu olor
en un trozo de tela.
Víctima de clichés intelectuales,
volando en las notas tristes
de un blues menor hasta tu lecho;
haciendo navegar flores rojas
con mis dedos,
abrazando con ahínco a la almohada,
esperando el instante en que sus burdos bordes
se transformen en tus brazos,
en tu voz, o en tus labios.
Algún día será, cuando nuestros encuentros
no se remitan a algún viernes por la tarde;
cuando tus manos de poeta,
tus ojos vaticinantes,
y tus labios de irremediable soñador
no sean un recuerdo,
un anhelo para otro día.
Y entonces la noche no será una despedida.
miércoles, 9 de junio de 2010
Lumos
¿Alguna vez has querido tener una esperanza?
¿Alguna vez te has sentido realmente solo?
¿No fue entonces que supiste lo que realmente era querer ser feliz?
Fue entonces que quise buscar dentro de mi, pero me asustó lo que quizás podría encontrar. Amortigüé mis preguntas con la almohada y me decidí a creer en las mentiras como si de verdades ineludibles se trataran. Alabé las palabras y quise resistir a pesar de los desengaños.
Nadie más podía llegar hasta ahí. De eso estaba totalmente seguro. Solo nos quedábamos tu y yo y tu imagen idealizada. Quizás fueras capaz. Quizás.
La gente diría ─Qué feliz ha de ser─ y yo respondería con una sonrisa.
Sabía ─sin embargo─ que un día amanecería solo y amordazado.
Aún ahora lamento que las cosas no hayan sido de otra manera. Que nuestras pretensiones no hubieran sido tan poco fantásticas, que hubiéramos podido huir de nosotros mismos como de nuestra realidad. Después de todo, algún día tenía que terminar.
La felicidad
Hace mucho que había renunciado a mis intenciones deterministas, en especial en lo que respecta a temas demasiado universales: Dormir ocho horas, beber mucha agua, caminar 30 minutos al día, que el respeto, la solidaridad, el nacionalismo...
En estos días nos volvemos cada vez más asiduos de los pretextos científicos y especialmente vulnerables a las estadísticas. He notado con tristeza que la abnegación ha desaparecido, y en su lugar tenemos planes y metas. Aspiramos a un mejor mañana, a un mejor país, a un mejor nosotros.
No sé, quizás la clave está en la ignorancia, ya accidental o intencional.
Yo solo sé que no sé nada. Yo sólo sé que no quiero saber nada.
En estos días nos volvemos cada vez más asiduos de los pretextos científicos y especialmente vulnerables a las estadísticas. He notado con tristeza que la abnegación ha desaparecido, y en su lugar tenemos planes y metas. Aspiramos a un mejor mañana, a un mejor país, a un mejor nosotros.
No sé, quizás la clave está en la ignorancia, ya accidental o intencional.
Yo solo sé que no sé nada. Yo sólo sé que no quiero saber nada.
martes, 8 de junio de 2010
Esperar
el viento, el silencio.
Tu cabeza en mi pecho,
mi mano en tu pelo;
el suave murmullo
de las hojas al viento;
el débil rumor
de nuestro pensamiento.
lunes, 7 de junio de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)