sábado, 26 de junio de 2010

Infancia

Hoy me atacó el embate incontrolable, inefable, inexorable del sentimentalismo. También lagrimas varias, por supuesto. Descubrí una pequeña caja debajo de mi cama; no había visto la luz del día en no pocos años. Ahí tenía, escondidos, los más preciados tesoros de mi infancia; ahora olvidados con la conciencia. 

Un ala de mariposa, un carrete de hilo rojo, tres plumas de paloma, una flor seca, un cerillo bicéfalo, una ramita de fresno, una moneda brillante, un pedazo de papel, unos cuantos guijarros grises, una cáscara de nuez, el envoltorio de celofán verde de un dulce de hierbabuena y un poco de polvo de 1998.