Hace mucho que había renunciado a mis intenciones deterministas, en especial en lo que respecta a temas demasiado universales: Dormir ocho horas, beber mucha agua, caminar 30 minutos al día, que el respeto, la solidaridad, el nacionalismo...
En estos días nos volvemos cada vez más asiduos de los pretextos científicos y especialmente vulnerables a las estadísticas. He notado con tristeza que la abnegación ha desaparecido, y en su lugar tenemos planes y metas. Aspiramos a un mejor mañana, a un mejor país, a un mejor nosotros.
No sé, quizás la clave está en la ignorancia, ya accidental o intencional.
Yo solo sé que no sé nada. Yo sólo sé que no quiero saber nada.