en razonar
de cualquier amor
cualquier razón.
Eres tú pues la razón,
de mi vivir, de mi existir.
Lo ineluctable de lo urbano, de lo cotidiano, de lo ordinario y de lo insignificante
Era un muchacho especial, Ricardo.Era capaz de sentir la paz de todo un camino, el perfume de
la tarde lenta y silenciosa en compañía del sol, con sólo ver una parcela de
pasto.Sí, era muy sensible. A veces se demoraba en las canillas del
barrio y, en cuclillas, veía en cada gota lo que se desprendía, un río o un mar,
de inquietas aguas (hasta alcanzaba a sentir su sabor y su humedad en la
piel).Una vez me dijo que en los ojos de un ave se encuentran todas
las alas y todos los cielos.Él atravesaba nubes blancas, sobrevolaba altas montañas o
flotaba en el aire, con sólo mirar un pájaro.El ojo de una cerradura lo convidaba con un mundo lleno de
cosas que aguardaba ser descubierto.Era un muchacho especial, Ricardo.Pero un buen día, pasó el amor por su ventana. Cruzaron mil
caricias y mil besos, ilusiones y fantasías, tiernos abrazos y hasta dos
hijos...Y Ricardito sólo vio pasar a una muchacha.
"Haz bien a quien puedas y no esperes nada a cambio"Muchos libros de civismo han repetido ésta idea hasta el cansancio, por lo que nunca habia significado nada para mi; no hasta que provino de alguien real, de alguien que es capaz de vivir su vida bajo esa máxima tan beneficiosa para todos, de un ser humano.
Está claro que el amor verdadero viene con las despedidas. Si bien amar no es cosa fácil, lo difícil viene después: recordar, olvidar, desamar, odiar.